viernes, 5 de noviembre de 2010

Rio, Eu te amo.


Que suerte la mía haber podido visitar por segunda vez Rio de Janeiro, con un poco más de tiempo y dedicación. Conocí sitios impensables, adoré cada paso que di en esta ciudad, se que me falta mucho por conocer, pero las calles del centro, sus majestuosos edificios que seguro abrazan décadas de historia, las escaleras que dirigen a las favelas, la impresionante obra de Selarón, las playas de Copacabana e Ipanema, donde miles de personas se reúnen a hacer sus ejercicios preferidos, a esculpir sus cuerpos que ya hacen parte de la cultura de la ciudad.La basta cadena de morros montañosos y rocosos que se extienden a lo largo de las playas de las tantas bahías y los que se asoman en el interior, hacen de Rio una perfecta obra geográfica, en la que los cariocas no pudieron resistir las ganas de aposentarse.

Visitar Niteroi no solo vale la pena por Niteroi y el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), sino porque desde allí se disfruta ver Rio, porque el trayecto en barco deja ver la grandeza del puente que une las dos ciudades. Lo mismo sucede con la experiencia de subir al corcovado y a la piedra del Pão de Açucar, valen la pena por la altura y la vista panorámica de la ciudad, pero no solo es eso, lo mágico no es que se ve una ciudad desde allá arriba, lo mágico no es que se ve el mar y las embarcaciones, lo mágico es que se ve Rio, Rio es eso, un embellecedor de percepciones.

Se que Rio padece problemas crueles, la corrupción política repercute en el pueblo, hay mucha pobreza e inseguridad en algunos sectores, la gente no confía en la policía, eso me llena de tristeza, no es ajena a los problemas que afligen tantas ciudades de América latina, pero así, con todos tus problemas, Rio, Eu te amo.


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